lunes, 27 de enero de 2014

El movimiento a favor de la lectura lenta incide en el disfrute de la buena literatura







¿La lectura hace sentirse a las personas bien consigo mismas? ¿Por qué se debe hacer énfasis en la literatura? ¿Las narraciones sólidas ayudan a desarrollar la empatía? ¿Leer despacio aumenta el disfrute de la lectura? ¿La lectura de obras literarias hace a las personas más inteligentes que la lectura de otro tipo de materiales de lectura? Sobre estas cuestiones reflexiona la escritora Maura Kelly en un artículo para el diario The Atlantic, en el que hace un llamamiento en favor del The Slow Books Movement [Movimiento a favor de la lectura lenta].
El objetivo de este movimiento, fundado por el escritor norteamericano I. Alexander Olchowski, es volver a despertar los placeres de la lectura lenta en la sociedad moderna, así como el disfrute de la buena literatura. The Slow Books Movement pretende alentar a las personas a que disminuyan la velocidad de lectura y lean más libros, considerando estas prácticas como un modo de enfrentarse al mundo cada vez más digitalizado en que se enmarca la sociedad moderna. Cada cierto tiempo, el movimiento realiza una selección de títulos, tanto obras clásicas como contemporáneas, que se añade al grupo de novelas que encajan en su filosofía. The Slow Books Movement no se opone a la tecnología por razones puramente nostálgicas o estéticas, pero sí que tiene ciertas normas acerca de qué tipo de materiales de lectura leer, excluyendo las obras no literarias y los artículos de revistas y periódicos de su “filosofía de lectura”.
Partiendo de este hecho, Maura Kelly opina que las obras literarias ayudan a las personas a relajarse mejor que cualquier otro dispositivo electrónico, y agudizan gratamente las mentes e identidades de la sociedad. La autora fundamenta este énfasis en la literatura en el desafío cognitivo que a su parecer produce el juego con el lenguaje, la estructura de la trama, y las imágenes que se encuentran en una obra literaria. A su juicio, todos estos elementos invitan a ver el mundo de una forma diferente, exigen la interpretación de descripciones inusuales, y ejercitan la memoria para recordar personajes y detalles de la trama.
Kelly cita a la escritora científica Annie Murphy Paul, la cual ha informado de que un grupo de neurocientíficos ha encontrado numerosas pruebas de que la lectura de ficción estimula todo tipo de áreas cognitivas, no sólo las regiones lingüísticas, sino también las responsables de la coordinación del movimiento y la interpretación de los olores. Debido a que las obras literarias son mentalmente tan estimulantes y requieren de tal compromiso, afirma Kelly, éstas hacen a las personas más inteligentes que otro tipo de materiales de lectura.
La escritora va más allá y estima que la literatura no sólo hace más inteligentes a las personas, sino que también da forma a sus conciencias e identidades. Según Kelly, las narraciones sólidas ayudan a desarrollar la empatía. La autora cita una investigación realizada por los psicólogos canadienses Keith Oatley y Raymond Mar que sugiere que leer ficción mejora las habilidades sociales, y que los individuos que leen con frecuencia obras de ficción son más capaces de entender a otras personas, empatizar con ellas, y ver el mundo desde su perspectiva.
Kelly considera que con la empatía viene el autoconocimiento. Según ella, el lector, al descubrir afinidades entre él y los personajes literarios, es capaz de comprender mejor quién es, en lo personal y en lo político, lo que quiere cambiar, y lo que le interesa defender.
Maura Kelly cree que la literatura “seria” hace al lector sentirse bien consigo mismo, y según las encuestas, advierte, ver la televisión hace que la gente sea infeliz y sienta remordimientos. Sin embargo, afirma, después de acabar la lectura de un clásico de la literatura el lector siempre se siente satisfecho.
La autora acaba su reflexión con un texto pronunciado por el poeta Joseph Brodsky en su discurso de recepción del Premio Nobel en 1987: "Aunque podemos condenar la persecución de escritores, los actos de censura, la quema de libros, somos impotentes cuando se trata del peor crimen contra la literatura: el no leer libros. Por ese crimen una persona paga con su vida entera; ... una nación… paga con su historia".
 

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