Rick Brooks y Todd Bol viven
en el estado de Wisconsin, en el Medio Oeste de Estados Unido, los fines de
semana se reúnen para hacer pequeñas casas de madera. Todas tienen estantes en
su interior y una puerta transparente de cristal de metracrilato para proteger
lo que atesoran en su interior una vez terminadas: una colección de libros.
Little Free Library (Pequeña
biblioteca gratuita) es una iniciativa parecida al book crossing, pero con la
intención de crear conciencia de barrio a la vez que se incita a la lectura. En
su página web dejan claras sus intenciones: “promover la introducción y el
amor a la lectura creando intercambios gratuitos de libros. Construir un
sentido de comunidad mientras compartimos habilidades, creatividad y conocimiento
a lo largo de las generaciones. Construir más de 2.510 bibliotecas alrededor
del mundo”.
Las casitas, muchas
exquisitamente adornadas y pintadas, contienen títulos para quien quiera
llevárselos, sin ningún compromiso salvo devolver lo que lleves o, en caso de
que te encapriches, reemplazar el libro por otro. Brooks y Bol —dos padres de
familia con iniciativa— se dieron cuenta además del potencial que tenía el
sistema para que los vecinos se conocieran y compartieran impresiones sobre las
lecturas. Cuando dos personas coincidían, comenzaban a hablar de lo que habían
cogido y lo que dejaban, algo que nunca hubieran hecho en la calle sin más.
Lo que comenzó como un
proyecto altruista de dos personas se ha universalizado. Ya hay más de 40
estados de EE UU y 20 países que tienen mini bibliotecas gratuitas y los
nombres de los fundadores se diluyen entre un montón de voluntarios.
Hay cabañas llenas de libros
en lugares tan remotos como Accra (Ghana), Pointe-Noire (República del Congo) o
Victoria (Australia). En Europa todavía escasean: hay una en Inglaterra, dos en
Alemania y una en Italia, pero eso es fácilmente solucionable con un poco de
voluntad.
Los miembros de Little Free
Library dan planos, consejos e instrucciones precisas para construir una cabaña
resistente al tiempo más inclemente. También dan la posibilidad de comprar una
ya hecha, pero el gasto se dispara innecesariamente para una acción que evita
utilizar dinero. Quien decida iniciarse puede registrarse en la página web o el
grupo de Facebook de Little Free Library, poner fotos, comentar la experiencia
y los problemas (o las alegrías) que surjan.
Lo primero que le puede
venir a uno a la cabeza es que un plan así falla: los libros pueden desaparecer
una y otra vez, las cabañas pueden sufrir actos de vandalismo… Pero el tiempo
ha demostrado que si se cuidan las cosas en conjunto, no tiene por qué pasar
nada grave.
Los miembros de Little Free
Library consideran que “no se puede robar un libro si es gratis”, si hay socios
activos y el ladrón potencial entra en la dinámica de préstamos, se dará cuenta
de que no tiene sentido sustraer nada. Se trata de un código de honor que de
momento está funcionando.
En cuanto al vandalismo, se
han encontrado en total cuatro bibliotecas dañadas, pero en todos los casos los
vecinos que vieron el daño se ocuparon de arreglarlas o cuidar mejor de ellas.
“Pon siempre la biblioteca en un lugar visible (…). Ten a mucha gente usándola
y cuidando de ella. Mantenla limpia y ocupada”, aconsejan los expertos.
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