En nuestro país los candidatos independientes siempre han concitado muchas veces simpatía y muchas veces extrañeza.
¿Por qué surge un candidato
independiente? ¿Qué implica su surgimiento en un sistema político? Lo primero
que hay que entender que un candidato independiente es otra forma de
hacer política.
Rechaza las formas
tradicionales de hacer política. Es un candidato que busca romper las
reglas del sistema, aunque juegue dentro de ellas. Consecuentemente, critica a
la política general del gobierno. Se considera una respuesta ante el malestar
de la vida pública. Tiene un ideario fundamentalmente anti-corrupción. Por eso
se mueve en la marginalidad y busca la concitación de otros sectores para
incorporarlos a un nuevo sistema político.
En forma más concreta, el candidato
independiente es una respuesta a la partidocracia mexicana, al
sistema que ha privilegiado el monopolio de la representación política a través
de los partidos. Reclama la falta de democracia interna de los partidos
políticos. Su desconfianza está fundamentada en su fracaso o en la falta de
interés de las élites partidarias para incorporarlos a los procesos políticos,
sea como candidatos o sea como funcionarios de la propia organización
partidaria. Romper la partidocracia, por consiguiente, es un elemento
fundamental a considerar en el desarrollo de una idea dirigida a cambiar las
condiciones de competencia, equidad y presencia de la ciudadanía en los
procesos electorales.
Los candidatos
independientes no juegan el mismo rol según se trate de una sociedad
abierta, democrática, o de una sociedad cerrada, autoritaria. Hay diversas
tipologías de candidato independiente. En los sistemas abiertos, los
líderes buscan su fundamento en un movimiento social. En los autoritarios, por
el contrario, los movimientos sociales generalmente van en busca de un líder,
de un candidato independiente, es decir, hay una gran dispersión ciudadana
que busca expresarse y canalizarse a través de un candidato.
En los sistemas en proceso
de apertura, el candidato independiente es por lo general una figura
pública, reconocida, a partir del cual las organizaciones políticas y los
ciudadanos empiezan a incorporarse a su alrededor.
¿Cuáles son las ventajas y
las desventajas que se atribuyen a los candidatos independientes? Primero
las ventajas. Tiene controles institucionales bajos. Su agenda de alianzas es
más pragmática, es decir, tiene más posibilidad de incorporar a gente de muy
diversos orígenes. Tiene una mayor espontaneidad, es decir, es más del agrado
de la población, su base social está más cerca de la población. Pasa de ser un opositor
testimonial a un opositor capaz de generar una alternancia.
Las desventajas. Primero,
tienen una menor visibilidad. Cuando no hay condiciones equitativas de
competencia electoral, los candidatos independientes tienen que pagar un
costo más alto para entrar en las reglas democráticas y eventualmente acceder a
los recursos. Segundo, la gente critica su pragmatismo. No le queda muy claro
cuál es su ideología. Pueden hablar de todo y de nada.
Tercero, la gente critica su
falta de perdurabilidad, es decir, se presentan en una elección y si no logran
entrar en el umbral de la votación requerida, desaparecen tan rápidamente como
aparecieron o tienen que reciclarse en algún otro tipo de participación
política.
Lo que debe criticarse no es
la figura de los partidos políticos, o sea, la estructura de las organizaciones
partidistas en cuanto mecanismos de representación, sino la forma en que los
partidos políticos han ejercido sus prerrogativas en México. Antes, el sistema
electoral estaba diseñado para proteger al partido en el gobierno, porque
siempre hubo competencia formal, aunque no equitativa, en los hechos. Sin
embargo, a medida de que se dio la alternancia o la posibilidad de que nuevos
grupos tomaran posiciones públicas, estos partidos también se incorporaron al
proteccionismo electoral.
Hoy estos partidos no permiten que otros movimientos,
que amenazan sus prerrogativas o sus posiciones de poder vengan y les quiten el
pastel al que les ha costado casi cincuenta años acceder. Luego entonces, ¿no
podemos completar el ciclo histórico: un ciudadano, un voto, votar y ser
votado?
Si se toma en cuenta lo
anterior, es posible ver los retos a los que se enfrentan los candidatos
independientes en la palestra política. Sea lo que fuere, éstos sí han
logrado transformar el escenario político. Las formas en que se han modificado
los procedimientos de selección de candidatos internos de los partidos es
producto, entre otras cosas, de la efervescencia que han sabido crear con sus
disidencias. Pasamos del dedazo presidencial en el PRI a la designación de
candidatos por el colegio de notables -el consejo político nacional-; ése es un
avance. ¡Qué bueno que dicho partido está experimentando la democracia! En el
PAN se llevan a cabo convenciones de delegados muy parecidas a las que existen
aquí, en EE.UU., en las elecciones primarias calificadas. En el PRD se ha dado
el mayor avance al concitarse a las bases a participar directamente en la
elección. Hemos visto que hay grados y formas diferentes en los partidos de
reaccionar ante las demandas ciudadanas.
En todos los casos, se ha
arrebatado a las direcciones ejecutivas de los partidos la prerrogativa para
señalar el orden o preferencia de los candidatos. En otras palabras, ya no es
tan fácil para una dirección nacional imponer candidatos. Y además, ahora
tienen que considerar las candidaturas externas, las candidaturas de alianza con
las agrupaciones políticas para reforzar su base electoral. Todo esto se ha
dado, entre otras cosas, gracias al esfuerzo de los candidatos independientes.
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