Entre 1940 y 1960 el estado de Chiapas era una entidad eminentemente
rural y sus principales ciudades, entonces y ahora: Tuxtla Gutiérrez,
Tapachula, San Cristóbal Las Casas y Comitán, no rebasaban los 40 mil
habitantes cada una y en éstas, se conformaban los grupos culturales y
de poder que en los siguientes 70 años controlarían la vida política y
económica de un estado con las carencias y la pobreza que luego
exhibiría la estadística oficial.
Fue en las primeras tres de las citadas ciudades de Chiapas y en el Istmo de Tehuantepec, donde el joven Eraclio Zepeda Ramos vivió sus años formativos, los de la infancia; en esta región convivió con sus contemporáneos y con los amigos de su padre, don Laco y de su familia, de notable presencia en el estado. Tratar de explicar como era la vida en estas ciudades a quienes crecieron en ambientes más urbanos y citadinos es difícil, no se puede expresar adecuadamente que en Chiapas, en esa época, la cultura era un privilegio y la lectura una práctica común en ciertos núcleos familiares y una singularidad en otros.
La precocidad de Eraclio o Laco, como todos le conocen en Tuxtla Gutiérrez, que escribió su primer libro a los 20 años de edad, es consecuencia de su formación en una familia apegada a la cultura, de intensa participación en la vida política y social del estado y de su convivencia con su padre, don Laco, cuentero también y hombre de carácter afable e ideas progresistas.
La presencia de Laco en Tuxtla Gutiérrez a partir del año 1952 era esporádica, comenzaba ya su largo itinerario, que aún no concluye y, esta particularidad aunada a la diferencia de edades, me impidió convivir con él, a pesar de que visitaba su casa con frecuencia debido a que Manuel, (Manolo) hermano menor de Laco y también de inteligencia notable, fue mi compañero durante seis años de estudios en la escuela primaria. La bonhomía de Manolo, de su familia y su citada inteligencia, manifiesta en las muy buenas calificaciones que siempre obtuvo, nos llevaban con frecuencia a un grupo de amigos a su casa de la segunda oriente, para hacer la tarea o bien a divertirnos y jugar en el patio central.
Gracias a esta convivencia con Manolo, pude leer algunos cuentos de Eraclio desde sus primeras ediciones, cuentos que para los chiapanecos son historias conocidas, familiares, debido a nuestra obligada convivencia con ese sector rural del que surgen sus personajes. Leer a Laco, era reencontrarse con los habitantes del campo chiapaneco y con su pobreza, su dolor y su esperanza; las historias que nos cuenta Laco, escritas con el debido rigor literario y una amenidad propia de un conversador inagotable, están pobladas de protagonistas tan chiapanecos y tan universales como su sensibilidad, que lo llevaron a participar desde muy temprana edad, en procesos revolucionarios latinoamericanos como el cubano y a interesarse en el desarrollo de sociedades con modelos económicos y sociales que en aquél momento representaban la única esperanza para poblaciones alejadas de la salud, la educación y el progreso.
Este libro, cuyo autor es ese otro chiapaneco universal, Mario Nandayapa, que comparte con Laco la vitalidad que impulsa a descubrir nuevos horizontes, a la movilidad constante, a incursionar en diversos espacios culturales, a viajar para conocer y para comprometerse, es el producto de dos estilos separados en el tiempo, Mario Nandayapa nació en 1964 y Eraclio Zepeda en 1937, pero en esencia, un mismo estilo, el de dos autores nacidos en provincia, amamantados por los clásicos y por la tradición. Ambos escritores se caracterizan por una fluidez verbal apabullante que atrae de inmediato la atención del escucha; por su inquietud que los impulsa a la movilidad constante; a incursionar en diversos espacios de la cultura. Esta combinación de personalidades ha sido un encuentro feliz, generó este trazo biográfico que se lee de un tirón, un libro accesible que nos revela información fundamental sobre los motivos de Laco, su origen intelectual, sus andanzas, viajes que le permitieron una visión universal que se refleja en su obra y que en sus palabras, convertidas en texto por Mario Nandayapa, nos confirma que ni sus logros intelectuales ni el reconocimiento nacional e internacional le han transformado, que no ha perdido la sencillez y bonhomía que caracterizaron siempre a los Zepeda Ramos, familia que como Laco afirma en este libro y nos consta a quienes aquí crecimos, ha sido protagonista de la historia y la cultura en el estado.
No es común que un escritor reciba el reconocimiento de sus contemporáneos en vida, en este caso no sólo se trata de un escritor, Laco es también, actor de cine y teatro, político, viajero incansable, para el que conocer un país no es sólo paisaje y geografía, es también compromiso y, en todas estas actividades, Laco ha destacado y ha sido reconocido, premiado y condecorado, tanto en el nivel internacional como en el nacional. No obstante lo anterior y tomando en cuenta su formación y sus valores, estoy seguro que para Eraclio Zepeda Ramos, el mejor reconocimiento es la unanimidad con la que los chiapanecos lo han considerado un ícono cultural y la alegría con la que lo reciben en eventos públicos o en privado. Este libro es un testimonio más del reconocimiento que en el nivel nacional ha obtenido, ya que el hecho de que el Instituto Politécnico Nacional edite esta obra, enaltece tanto a Mario Nandayapa, el autor, como a Eraclio Zepeda, objeto y sujeto no sólo de esta historia, sino de la historia de Chiapas.
Fue en las primeras tres de las citadas ciudades de Chiapas y en el Istmo de Tehuantepec, donde el joven Eraclio Zepeda Ramos vivió sus años formativos, los de la infancia; en esta región convivió con sus contemporáneos y con los amigos de su padre, don Laco y de su familia, de notable presencia en el estado. Tratar de explicar como era la vida en estas ciudades a quienes crecieron en ambientes más urbanos y citadinos es difícil, no se puede expresar adecuadamente que en Chiapas, en esa época, la cultura era un privilegio y la lectura una práctica común en ciertos núcleos familiares y una singularidad en otros.
La precocidad de Eraclio o Laco, como todos le conocen en Tuxtla Gutiérrez, que escribió su primer libro a los 20 años de edad, es consecuencia de su formación en una familia apegada a la cultura, de intensa participación en la vida política y social del estado y de su convivencia con su padre, don Laco, cuentero también y hombre de carácter afable e ideas progresistas.
La presencia de Laco en Tuxtla Gutiérrez a partir del año 1952 era esporádica, comenzaba ya su largo itinerario, que aún no concluye y, esta particularidad aunada a la diferencia de edades, me impidió convivir con él, a pesar de que visitaba su casa con frecuencia debido a que Manuel, (Manolo) hermano menor de Laco y también de inteligencia notable, fue mi compañero durante seis años de estudios en la escuela primaria. La bonhomía de Manolo, de su familia y su citada inteligencia, manifiesta en las muy buenas calificaciones que siempre obtuvo, nos llevaban con frecuencia a un grupo de amigos a su casa de la segunda oriente, para hacer la tarea o bien a divertirnos y jugar en el patio central.
Gracias a esta convivencia con Manolo, pude leer algunos cuentos de Eraclio desde sus primeras ediciones, cuentos que para los chiapanecos son historias conocidas, familiares, debido a nuestra obligada convivencia con ese sector rural del que surgen sus personajes. Leer a Laco, era reencontrarse con los habitantes del campo chiapaneco y con su pobreza, su dolor y su esperanza; las historias que nos cuenta Laco, escritas con el debido rigor literario y una amenidad propia de un conversador inagotable, están pobladas de protagonistas tan chiapanecos y tan universales como su sensibilidad, que lo llevaron a participar desde muy temprana edad, en procesos revolucionarios latinoamericanos como el cubano y a interesarse en el desarrollo de sociedades con modelos económicos y sociales que en aquél momento representaban la única esperanza para poblaciones alejadas de la salud, la educación y el progreso.
Este libro, cuyo autor es ese otro chiapaneco universal, Mario Nandayapa, que comparte con Laco la vitalidad que impulsa a descubrir nuevos horizontes, a la movilidad constante, a incursionar en diversos espacios culturales, a viajar para conocer y para comprometerse, es el producto de dos estilos separados en el tiempo, Mario Nandayapa nació en 1964 y Eraclio Zepeda en 1937, pero en esencia, un mismo estilo, el de dos autores nacidos en provincia, amamantados por los clásicos y por la tradición. Ambos escritores se caracterizan por una fluidez verbal apabullante que atrae de inmediato la atención del escucha; por su inquietud que los impulsa a la movilidad constante; a incursionar en diversos espacios de la cultura. Esta combinación de personalidades ha sido un encuentro feliz, generó este trazo biográfico que se lee de un tirón, un libro accesible que nos revela información fundamental sobre los motivos de Laco, su origen intelectual, sus andanzas, viajes que le permitieron una visión universal que se refleja en su obra y que en sus palabras, convertidas en texto por Mario Nandayapa, nos confirma que ni sus logros intelectuales ni el reconocimiento nacional e internacional le han transformado, que no ha perdido la sencillez y bonhomía que caracterizaron siempre a los Zepeda Ramos, familia que como Laco afirma en este libro y nos consta a quienes aquí crecimos, ha sido protagonista de la historia y la cultura en el estado.
No es común que un escritor reciba el reconocimiento de sus contemporáneos en vida, en este caso no sólo se trata de un escritor, Laco es también, actor de cine y teatro, político, viajero incansable, para el que conocer un país no es sólo paisaje y geografía, es también compromiso y, en todas estas actividades, Laco ha destacado y ha sido reconocido, premiado y condecorado, tanto en el nivel internacional como en el nacional. No obstante lo anterior y tomando en cuenta su formación y sus valores, estoy seguro que para Eraclio Zepeda Ramos, el mejor reconocimiento es la unanimidad con la que los chiapanecos lo han considerado un ícono cultural y la alegría con la que lo reciben en eventos públicos o en privado. Este libro es un testimonio más del reconocimiento que en el nivel nacional ha obtenido, ya que el hecho de que el Instituto Politécnico Nacional edite esta obra, enaltece tanto a Mario Nandayapa, el autor, como a Eraclio Zepeda, objeto y sujeto no sólo de esta historia, sino de la historia de Chiapas.
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